miércoles, 20 de junio de 2007

Cabeza mágica II



Con emoción sigue contándome sobre el nuevo mundo que se le habría en Montevideo, sus inicios, sus amigos. Habla de la delantera que conformó con Cubillas, Ledesma, Sasía y Joya; un conjunto, como él mismo lo marca, que no podría repetirse más. Cuenta, cada vez con más nostalgia, sus logros en el equipo aurinegro. Con Peñarol, Spencer ganó todo; o como se dice por los mismos pasillos del Centenario, con Spencer, Peñarol ganó todo.
Don Alberto no pierde la cuenta, se esfuerza pero recuerda. Fue campeón del torneo uruguayo en el año de 1959, en el ´60, en el ´61, ´62, ´64, ´65, ´67 y 1968. Ninguna más especial que otro, advierte rápidamente, quizá cansado de la misma pregunta, para él, sin sentido.
-Es como escoger entre los aniversarios de un enamoramiento, imposible quedarse con uno. Acota finalmente el “cabeza mágica.
Pero hubo años con un valor agregado, años que sirvieron para conformar una leyenda, un hombre histórico. Con modestia, Don Alberto prefiere no ser llamado leyenda. Hice mi trabajo para el equipo, todos empujábamos para el mismo lado, todos, en todo caso somos históricos.
Sin embargo, la Copa Libertadores de América tenía guardado el lugar para su elegido, su mimado. Spencer la ganó con Peñarol en 1960, ´61 y 1966.

-¿Supongo que sí debe sentirse especial al ser el máximo goleador del torneo de clubes más importante del continente?
-Sí, fueron gritos inolvidables. Responde el hombre record en anotaciones (54 goles), con los ojos fijos en el arco sur. Las Copas Intercontinentales, añade, fueron igualmente gratificantes, tanto la del 60 como la del 66, tras el triunfo ante el todo poderoso Real Madrid español, como no, con anotación de Cabeza Mágica, Alberto Spencer.
-¿Con tantos años en Uruguay, se siente más charrúa que criollo?
-Soy 100% ecuatoriano, pero déjenme amar al Uruguay, de donde son mis hijos, mis nietos, mi familia. Lo dice después de una carcajada.
La pregunta sirvió para que Don Alberto nos hable de su paso por la tricolor ecuatoriana y por la selección charrúa. Comenta que su caso es muy particular: jugó para dos selecciones al mismo tiempo. En 1959 disputó el Sudamericano para Ecuador. En junio de 1962, recuerda haber enfrentado a Checoslovaquia en Montevideo defendiendo a un equipo uruguayo y el 6 de mayo de 1964 debutó oficialmente para la Selección celeste contra Inglaterra en el mismísimo Estadio de Wembley, escenario tan mítico como este Centenario.
- Muchas veces intentaron nacionalizarme, dice Don Alberto. Cuenta que sus actuaciones con la celeste y blanco fueron tan descollantes que las autoridades de dicho país le insistieron para que se haga ciudadano oriental. Dice nunca haberse sentido cómodo con la propuesta. Desistió más de una vez de tal pedido y continuó manteniendo la ciudadanía ecuatoriana.

La tarde caía sobre el cielo que cobijaba la noche rioplatense. Spencer se coloca la chaqueta. Cuenta que mañana tiene una reunión con la embajada ecuatoriana de Montevideo. Dice nunca haberse sentido todo un diplomático. Confiesa que se sentía mucho mejor de corto y en el campo. El respeto del pueblo charrúa lo convirtió en la principal llave del gobierno ecuatoriano en tierras orientales.
El éxito, sinónimo de Spencer, lo convirtieron en la máxima figura del deporte ecuatoriano. Su modestia y sencillez, punto de partida de los grandes espíritus, lo convirtieron en el diplomático sincero y humano; en el deportista admirado por propios y extraños; en el futbolista ecuatoriano más reconocido de la historia; en el goleador insigne del continente americano.

-¿Cuántos goles ha marcado en si carrera?

Don Alberto mira al cielo, la noche ya abriga el césped del Estadio. Ahora baja la mirada. Parece que quiere hacer memoria. Una leve sonrisa adorna su rostro.

- Hasta donde yo sé, 510. Lo dice con orgullo.

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